miércoles, 12 de agosto de 2015

AGGIE: La inspiradora historia de una chica sin patria

En 1921, una pareja de misioneros llamados David y Svea Flood, junto a su hijito de 2 años, fueron desde Suecia al corazón del África, a lo que se conocía como el Congo Belga (hoy Zaire). Allí se unieron a otra pareja de misioneros, los Ericksons y juntos fueron a ministrar a una aldea llamada N’dolera. Allí el jefe no los dejó radicarse, ni predicar o enseñar, por lo que tuvieron que edificar una casita de adobe a media milla de la villa. Por mucho tiempo oraron para que Dios les abriera la puerta para predicar el evangelio, pero no pasó nada.

El único contacto con los nativos de la aldea era un pequeño niño que dos veces por semana venía y les vendía huevos y pollos. Svea Flood decidió que si él era el único nativo con el que podía hablar, ella lo guiaría al Señor. Y tuvo éxito. La malaria afectó a los miembros de la pequeña compañía misionera, y en un tiempo los Ericksons tuvieron que abandonar la misión y radicarse en la base misionera en la ciudad. David y Svea Flood permanecieron en N’dolera para seguir adelante solos.

Pasado un tiempo, Svea quedó embarazada, y cuando llegó el momento del parto, el jefe de la aldea permitió que las parteras la asistieran. Nació una pequeña niña, a quien llamaron Aina. Pero Svea Flood no sobrevivió al parto y a los diecisiete días falleció. Svea Flood tenía 27 años. El desaliento invadió a David Flood. Cavó una simple fosa y enterró a su esposa. Luego descendió de la montaña a la estación misionera. Allí entregó a los Ericksons su hijita recién nacida y dijo: “Me vuelvo a Suecia. Perdí a mi esposa y no puedo cuidar de esta niñita. Dios arruinó mi vida”. No solo abandonó su llamado, sino que también renegó de Dios.

A los ocho meses los Erickson fueron afectados por una misteriosa enfermedad y murieron. La bebé fue entregada a unos misioneros Norteamericanos, que le cambiaron el nombre a “Aggie”, y eventualmente regresaron a los Estados Unidos. Allí se dedicaron al ministerio, siendo pastores de una iglesia en South Dakota. Aggie asistió al North Central Bible College in Minneapolis, y allí conoció y se casó con un joven llamado Dewey Hurst. Pasaron los años, y los Hursts desarrollaron un ministerio fructífero. Dewey Hurst llegó a ser presidente de un colegio bíblico en Seattle.

Un día Aggie recibió una revista escandinava en su buzón. No podía leer las palabras, pero un artículo le llamó la atención. Allí en un ambiente primitivo, había una tumba con una cruz blanca y un nombre: Svea Flood. Aggie se emocionó y corrió al instituto bíblico, donde encontró alguien que le tradujera el artículo. Era acerca de unos misioneros que llegaron a N’dolera años atrás. Una niña nació, la madre murió. Pero un niño africano se convirtió, y luego que los blancos abandonaron el lugar, ese niño creció y persuadió al jefe de la tribu que le dejara construir una escuela. Gradualmente ganó a todos los estudiantes para Cristo. Los niños a su vez condujeron a sus padres al Señor, y hasta el jefe entregó su vida a Cristo. Ahora había 600 cristianos en la aldea. Y todo por el sacrificio de David y Svea Flood.

Para los 25 años de matrimonio, la iglesia le regaló a los Hurst unas vacaciones en Suecia. Allí Aggie buscó a su padre verdadero. Ya un anciano, David Flood se había casado otra vez y tuvo cuatro hijos más. Había disipado su vida en alcohol y amarguras. Nunca volvió al Señor. Y recientemente había sufrido un derrame cerebral. Una sola regla había en su casa: “Nunca mencionen a Dios”. Aggie no se intimidó, entró a su humilde apartamento, lleno de botellas vacías de alcohol, y se aproximó al anciano que estaba en la cama. “Papá”, dijo ella. “Aina”, respondió David Flood, y comenzó a llorar. “Nunca quise abandonarte”, sollozó. “Está bien, papá”, dijo Aggie, “Dios me cuidó”. Inmediatamente el hombre se puso rígido, y sus lágrimas cesaron. “Dios se olvidó de nosotros, y nuestras vidas se arruinaron por su culpa”, dijo David.

Aggie continuó, mientras le acariciaba el cabello a su padre. “Papá, tengo una historia que contarte, y es una historia verdadera. No fuiste al África en vano. Mamá no murió en vano. El pequeño niño que ustedes ganaron para el Señor creció y ganó a toda la aldea para Cristo. La semilla que ustedes plantaron creció, y hoy hay 600 personas que sirven a Dios gracias a que ustedes fueron fieles al llamado de Dios”. “Papá”, dijo Aggie, “Jesús te ama, y nunca te odió”. Al final de la tarde, David Flood se reconcilió con el Señor. Unas semanas más tarde falleció en paz.

Pocos años después. Los Hurst estaban asistiendo a una gran conferencia internacional sobre evangelismo en Londres, cuando escucharon el reporte del superintendente de la iglesia de Zaire, que representaba 110,000 creyentes bautizados. Él habló del Evangelio siendo predicado en cada rincón de la nación. Cuando terminó la conferencia, Aggie le preguntó si había alguna vez oído de David y Svea Flood. “Sí, señora” dijo el hombre en francés, “Svea Flood fue la que me condujo al Señor. Yo era el muchachito que les llevaba huevos y pollos a su casa. Hasta el día de hoy nosotros honramos la tumba y la memoria de su madre”. Se abrazaron por un largo rato, y el hombre invitó a Aggie y a su esposo a visitarlos en África.

Eso fue lo que Aggie y su esposo hicieron. Cuando llegaron, toda la aldea salió a recibirlos. Ella incluso encontró al hombre que su padre contrató para que la llevara montaña abajo cuando era una bebé. El momento más dramático fue cuando el pastor acompañó a Aggie a la tumba de Svea Flood. Aggie se arrodilló en el suelo para orar y dar gracias a Dios. Más tarde, en la iglesia, el pastor leyó Juan 12: 24: “Si el grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto”. Y luego leyó Salmo 126: 5: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”.

Apapt. de la trad. de Dr. Pablo


Tomado del FB Leche & Miel

4 comentarios:

  1. una historia muy conmovedora. vemos la fidelidad de Dios. Su palabra no vuelve vacia.
    Salmo 126: 5: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”

    ResponderEliminar
  2. Una historia digna de admirar, gracias a Dios por esta pareja Misionera!!!

    ResponderEliminar
  3. Muy conmovedora historia y con un gran mensaje... Y que sucedió con el hijito de 2 años que mencionnan al inicio de la historia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. el niño de 2, hermano de Aina, se reencontraron en Suecia cuando visitó a su padre, aproximadamente después de 45 años

      Eliminar